miércoles, 17 de agosto de 2016

ASTINENZA

Mujer que se tapa la boca mientras señala unas viandas
La Abstinencia
[Ripa 1603: 28] [1]

Mujer que se tapa la boca con la diestra, mientras con la otra mano señala ciertas delicadas viandas, con un letrero que ha de decir: NON UTOR NE ABUTAR [2]
Muestra así que el comer manjares delicados fácilmente provoca la precipitación en el error, como el abstenerse de ello hace a nuestra mente más apta para la contemplación, y más pronto el cuerpo para las obras que a la virtud se dirigen. Por esto se dice que es la abstinencia una regulada moderación en el ingerir alimentos, según corresponda a la salud, necesidad y cualidad de las personas, reportándole al ánimo elevación de mente, vivacidad de intelecto y firmeza de memoria, así como sanidad corporal, como bien nos lo muestra Horacio en Sat. 2, lib. 2, cuando dice:

"Escucha, ahora, cuántas y qué grandes ventajas acompañan al que se alimenta con frugalidad. En primer lugar, se vive sano, pues si recuerdas cómo aquella sencilla comida te sentó bien un día, te convencerás de que muchas cosas mezcladas hacen daño. Pues si amontonas asados con cosas cocidas, mariscos y tordos, lo dulce se te hará bilis y la viscosa flema llevará a tu estómago dolores y molestias. ¿No ves cómo todos se levantan lívidos de una cena tan surtida que se duda qué comer primero? Hay más: un cuerpo pesado por los excesos de la noche anterior hace también un espíritu entorpecido y echa por tierra la pequeña parte de soplo divino que hay en nosotros. En cambio, el sobrio cuando, más pronto que se dice, entregó al sueño su cuerpo bien reparado, se levanta ágil a su trabajo habitual" [3]

La abstinencia, o moderación en el comer, fue virtud muy estimada. Baste recordar algunas sentencias que recoge Erasmo en sus Apothegmas de Agesilao y de Sócrates:

"Quanto a lo que toca al cuydado de su cuerpo, en ninguna cosa se señalava ni aventajava, mas que los otros sus familiares, con quien comunicava. En todo y por todo se abstenía y refrenava del mucho comer y bever, [...] más antes trahía siempre en su boca esta palabra, Al príncipe conviene señalarse en templança y fortaleza sobre la otra gente común y no en regalos ni en deleytes. Admirávase  y estava espantada cierta persona, de la mucha abstinencia, que Agesilao y los otros Lacedemonios tenían en el comer y vestir. Al qual dixo Agesilao, O huésped no te maravilles que con esta abstinencia y buena regla cogemos buena sementera. Queriendo por esto entender la libertad, la qual es más suave a los varones nobles que otro deleyte. Y que no puede durar mucho la libertad donde reynan los vicios, y desorden. [...]
Enseñava y dezía Sócrates, que devíamos huyr de los manjares que no yncitan a comer al que tiene hambre, y de la bevida que no combida a bever al que tiene sed, porque destas cosas no avemos de usar, salvo quando la necessidad del cuerpo lo demanda.
Dezía, que no avía mejor salsa ni mejor adobo para comer que la hambre, la qual todas las cosas endulça y no cuesta nada, y por esta causa comía él y bevía siempre muy a su sabor, porque no comía ni bevía salvo quando tenía hambre o sed, y para hazerse a sufrir la hambre y la sed exercitávase primero mucho, y después que venía cansado y quando otros traen más cobdicia de bever, nunca él bevía luego allí al presente, y siendo preguntado por qué lo hazía assí, respondía, Porque no tome costumbre de obedescer a mis desseos y apetitos.
Dezía también que los hombres y personas que se acostumbran a la abstinencia y regla, tienen después mucho mayor plazer y menos dolor que aquellos que procuran los deleytes y plazeres con mucha diligencia y cuydado, y dava esta razón, que los deleytes antes causan y dan molestia al cuerpo que deleyte, y ninguna otra cosa ganan los viciosos y destemplados salvo infamia y pobreza. [...]
Dezía más, que aquel a quien bien sabe el pan no tiene necessidad de otro manjar, y a quien bien sabe lo que beve qualquiera cosa que sea no tiene necessidad de buscar bevidas exquisitas, porque la hambre y la sed son los mejores guisados del mundo" [4]. 

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[1] Ripa 2002: 51
[2] "No uso para no abusar"
[3] Horacio, Sátiras, II, 2. v. Horacio [1984: 180-181]
[4] Erasmo, Libro de Apothegmas [1549: 9v, 80 y 83]


lunes, 1 de agosto de 2016

Urs Graf

Urs Graf “el Viejo” (Soleura, c.1485-Basilea?, c.1528) fue el dibujante y grabador más importante del Renacimiento en Suiza, pionero en la técnica del aguafuerte. Aprendió orfebrería en el taller de su padre, continuó su formación en Zurich, junto al orfebre Lienhardt Triblin, pero pronto comenzó a diseñar xilografías. La primera conocida está fechada en 1503 y pertenece al libro Passio Domini Nostri Jesu Christi, de Matthias Ringmann, publicado en Estrasburgo en 1507. En 1512 se establece en Basilea e ingresa en el gremio de orfebres. Pionero en el grabado al aguafuerte, destaca sobre todo en la xilografía, atribuyéndosele la invención de la técnica de línea blanca sobre fondo negro.

La obra de Graf incluye grabados de tema religioso, escenas de la vida cotidiana, pero también temas políticos y militares, e incluso escenas eróticas y de crímenes. 

Una de las cinco vírgenes necias (Mateo 25, 1-13). Grabado de Urs Graf (1500-1530)

Ocasionalmente se ganó la vida como mercenario, participando en varias expediciones militares a Borgoña e Italia. Con fama de pendenciero y maltratador, en 1518 tuvo que huir de Basilea por problemas con la ley, aunque se le permitió regresar al año siguiente. La fecha de su muerte no está clara; debió de desaparecer de Basilea en 1527 y se le dio por muerto, ya que su mujer volvió a casarse el 13 de octubre de 1528, fecha que se suele marcar como tope para su biografía.  

Mercenario, grabado suizo de 1523 atribuido a Urs Graf

La producción gráfica de Urs Graf es amplia: diseñó ilustraciones para libros publicados en Basilea, Estrasburgo y París, y además se catalogan otras 47 xilografías sueltas, 26 grabados a buril y unos 200 dibujos, que son muy estimados por su expresividad grotesca y humorística.

Margarita Philosophica (Gregor Reisch)
     1504. Argentin[ae]. (Ioannem Schottum) [1]
Passio Domini Nostri Jesu Christi (Matthias Ringmann)
     1507. Argen[tinae]. (Ioannes Knoblouchus, MDVII) [1]
     1513. Argen[tinae]. (Mathias Hupsuss, MDXIII) [1]
Das Plenarium
     1516. Basel (Adam Petri von Langendorff, MDXVI) [1]

  
Varios grabados de Margarita Philosophica, Passio Domini Nostri Jesu Christi y Das Plenarium 

Dos mercenarios y una mujer. Grabado de Willem Liefrinck según diseño de Urs Graf (1524-1542)



RIPA [1593: 239/1603: 433/1613: II, 191] Retórica

En la edición de 1593 Ripa nos describe de forma muy breve esta alegoría: "Mujer, con la mano derecha abierta, y extendida, y con la siniestra cerrada, y apretada. Aludiéndose a la sentencia del Filósofo Zenón, ya contada en otro lugar" [1593: 239].

Mayor atención dedicará a una segunda alegoría de la Retórica publicada en la edición de 1603: "Mujer hermosa, ricamente vestida, con un magnífico tocado en la cabeza, mostrándose alegre y placentera; en la mano derecha llevará un Cetro, y en la siniestra un Libro, llevando en el borde de su túnica bordadas estas palabras: Ornatus persuasio [1]; el color de su rostro será rubicundo. 
No hay hombre, por más salvaje y rústico que sea, que no sienta la dulzura de un artificioso razonamiento puesto en boca de una persona elocuente, en su esfuerzo por persuadir acerca de cualquier cosa; por ello se pinta bella y de aspecto noble y placentero.
El Libro denota, que este arte se adquiere con el estudio, pues no suele darse en su mayor perfección como don de la naturaleza.
La letra, Ornatus persuasio, nos enseña el oficio del Retórico, que es el de instruir a los demás para que aprendan a hablar convenientemente a la hora de persuadir.
El Cetro es signo de que la Retórica rige los ánimos, los fuerza y refrena, y los domina de la forma en que más le place" [1603: 433].

Una temprana alegoría de la Retórica, con corona regia y espada, símbolo de su poder. Carta del Tarot de Mantegna (c.1465). 

La Retórica se muestra ofreciendo un libro de Poesía a Virgilio, y otro de Historia a Salustio. De su boca salen una rama y una espada, símbolos de su dulzura y de su poder. Grabado atribuido a Urs Graf, perteneciente al Margarita philosophica, de Gregor Reisch (Estrasburgo, 1504).

En la edición de 1613 la alegoría de la Retórica quedará definitivamente conformada: mujer hermosa con la mano derecha abierta y levantada, sujetando con la izquierda un cetro y un libro, y con una Quimera a sus pies. Nos dice Ripa que lleva la mano levantada y abierta "por cuanto la Retórica suele discurrir por lo común por vías amplias y demostraciones patentes y despejadas, simbolizando ya antaño Zenón a la Retórica con figura semejante a la que hemos descrito, con los dedos extendidos y las manos abiertas. Por lo mismo reprende Quintiliano a los que explicándose o disertando sobre cualquier extremo, conservan puestas las manos debajo de la ropa, pareciendo con esto que cuanto tratan y afirman lo hacen suciamente y sin la debida claridad".


La Retórica, con corona de laurel (símbolo de su victoria) y las manos extendidas, según grabados de Sebald Beham (Alemania, 1530-1550) y Georg Pencz (Alemania, 1541-1600)

Con respecto a la figura de la Quimera, Ripa ofrece la siguiente explicación: "La Quimera, según dicen Nacianzeno y el comentarista de Hesíodo, es monstruo que representa y simboliza las tres partes de la Retórica, a saber: la judicial, que se expresa con el León, a causa del terror que infunde sobre los reos; la demostrativa, que se expresa con la cabra, por lo mucho y voluptuosamente que en este arte se divaga y razona con el habla; y por último la deliberativa, que se expresa con el dragón, a causa de la variedad de los argumentos y los larguísimos giros y rodeos que precisa el persuadir" Ripa [2002: 266-267].

Como signo de su poder, la Retórica aparece coronada y portando la hoja de palma (signo de victoria). Grabado de Étienne Delaune (Francia, 1550-1572)

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[1] "La persuasión es un adorno".


sábado, 30 de julio de 2016

MATHAM [c.1587] Envidia

Envidia: Mujer con cabellos de Medusa, devorando su Corazón, con Serpiente y Perro

La Envidia. Mujer con aspecto de Medusa, devorando su propio corazón y acompañada de un perro. Grabado de Jacob Matham, según dibujo de Hendrik Goltzius, editado hacia 1587. Se acompaña la inscripción siguiente:

       Invidia atra hues, successibus aspera faustis, 
       ipsa fit infaelix carnificina sui.


MATHAM [1593] Envidia

Envidia: Mujer Vieja devorando su Corazón, con Serpiente y Perro


Grabado de Jacob Matham, según diseño de Hendrik Goltzius, fechado en Haarlem, en 1593. La Envidia aparece representada como una vieja devorando su propio corazón, dentro de un nicho adornado con dos escudos que representan sus dos principales atributos, la serpiente y el perro. Se acompaña con la siguiente inscripción:

              Invidia asperius nihil est, nec acerbius usquam, 
              Tabificum pravis malum et exitiale venenum.


ALDEGREVER [1552] Envidia

Envidia: Mujer sobre un Puercoespín, con Serpientes, Murciélago y Escorpión

Heinrich Aldegrever (1502-1555 ó 1561), pintor y grabador alemán, es el autor de este precioso retrato de la Envidia, fechado en 1552, dentro de una serie dedicada a los Vicios.

La composición es bastante original. El autor huye de forma deliberada de los arquetipos tradicionales. La Envidia se apoya serenamente sobre un terrorífico puercoespín mientras sujeta con mano firme su estandarte, en el que aparecen dos víboras entrelazadas. Ésta es su enseña, y aquéllos sus pérfidos animales: el murciélago y el escorpión. La letra que acompaña el dibujo explica este inusual diseño: Sq[u]alida livoris facies pallore voracis, / Sat genus interni, detegit omne mali ("Mísera y voraz envidia de pálido semblante; perfectamente oculta, muestra todo tu mal"). La Envidia de Aldegrever, efectivamente, oculta su naturaleza (no se muestra devorando serpientes, ni se desgarra el pecho), pero los ponzoñosos animales que la acompañan la delatan, mostrándonos su verdadero ser. 

La víbora es atributo tradicional de la Envidia, representada junto a ella, o devorándola, ya desde la Edad Media, pero no son tan habituales los otros animalejos que aparecen en el grabado, todos ellos alimañas ponzoñosas y de mortal picadura.

La Envidia, devorando una víbora, junto a sus hermanas, la Traición y la Maledicencia (Pèlerinage de la vie humaine, MS Laud. Mis. 740, fol. 77v. Inglaterra, 1425-1450).

El murciélago es el único animal volador que posee dientes, similares a los de la víbora (Plinio XI, 164), siendo tal su ponzoña que con solo tocar los huevos de las cigüeñas los vuelve infecundos (Eliano I, 37). Su comportamiento nocturno es comentado por Isidoro: "El vespertilio recibe su nombre del momento en que hace su aparición: huyendo de la luz, comienza a revolotear a la hora del crepúsculo vespertino con movimientos precipitados" (Etimologías XII 7, 36). 

"Murciégano es llamado en latín vespertilio porque vola o comiença volar después de vísperas quando fallece el sol y comiença la noche. [...] naturalmente el murciégano huy[e] la luz" (Bartolomé Anglicus, Proprietatibus rerum XIII, 39)

Animal abominable (Levítico 11, 19), el murciélago es comparado al envidioso a través de la etimología del término latino invidia (= in/video, "no ver"). Clemente Sánchez de Vercial, en su Sacramental, nos dice: "invidia quiere dezir, "no ver", porque el invidioso no vee ni puede ver los bienes de los otros. [...] La invidia haze muchos males. Lo primero que ciega la vista porque no pueda ver bienes de su próximo. Donde el invidioso es comparado a la Lechuza y al murciélago, que aborrescen la claridad. Donde dize sant Augustín, que la luz que es amada de los ojos que están sanos, es odiosa y aborrescible a los ojos enfermos. Otrosí lo que es vida a otros, al invidioso es muerte". (I, 34. 1544: 16v-17).

Aneau, en su comentario al emblema 71 de Alciato, compara la Envidia con el murciélago: "La Envidia se mantiene de su propio veneno, mirando con remordimiento la alegría del otro; se consume a sí misma, como un murciélago de lengua punzante" (Alciato 1549: 93).

Esta misma naturaleza parece compartir el escorpión, pues siendo el único insecto que tiene un aguijón largo, su picadura puede resultar mortal y, como le ocurre a la víbora, se acarrea su propia muerte cuando nace su prole: "También los escorpiones de tierra engendran pequeñas larvas del aspecto de un huevo en gran cantidad, y las incuban. Cuando este proceso llega a su fin, los padres son expulsados, como las arañas, y perecen a manos de sus hijos, pues muy a menudo nacen un número de crías que rondan las once" (Aristóteles, Historia de los animales, 352a, 555a, 607a. 1990: 217, 293, 470). 

El envidioso, nos dice san Basilio, oculta su verdadera naturaleza, pues le da vergüenza confesar su enfermedad: "[...] si se le pregunta el mal que tiene, le da vergüenza declararlo, no tiene cara para decir: soy envidioso, los bienes de mi amigo son los que me afligen y ponen malo, duélome de la alegría del hermano, no puedo mirar con buenos ojos los bienes agenos, y la felicidad del próximo es la calamidad que yo padezco" (Homilías, 1796: 203). Y es precisamente por no confesar la verdad por lo que esta envidia poco a poco le va consumiendo las entrañas. Se muestra falso y mezquino frente al amigo a quien siente envidia, es como el adulador, que oculta por su propio interés sus verdaderos pensamientos.

Así es el escorpión oculta su verdadera naturaleza, pues "tiene los braços abiertos, y la cola torcida levantada para ferir, ca no fiere en otra manera" (Alfonso de Madrigal, Comento de Eusebio, III, 363. 1507: 126). "[...] el Scorpión es un animal con la boca lamiente y halagüeño, y con la cola punçante y empeciente" (Jerónimo Chaves, Chronographia II, 32. 1534: 120v). No resulta extraño por tanto que en el Prólogo de su Crónica del Perú, Pedro Cieza de León considera al escorpión símbolo del envidioso: "De donde muchos temiendo la raviosa embidia destos escorpiones, tuvieron por mejor, ser notados de covardes que de animosos, en dar lugar, que sus obras saliessen a la luz" (Cieza de León, Crónica del Perú, 1554: A4v-A5).

"El escorpión alaga con la cara, y hyere de la cola. [...] Ay algunos escorpiones que engendran xi, mas la madre los come todos sino uno que le sube sobre la cabeça y la mata en vengança de sus hermanos" (Bartolomé Anglicus, Proprietatibus rerum XVIII, 93; a partir de un fragmento de Isidoro donde se afirma que ciertos escorpiones denominados nepotes devoran a sus crías, excepto a una, que se encarama a sus espaldas y termina por devorar al padre. Etimologías, X, 192).

Pero también el puercoespín es un animal que se acarrea su propio daño. Al igual que la Envidia vive oculto en las profundidades de la tierra: "El puerco espinoso según algunos es llamado errimacio y es semejante al herizo mas es más grande y mora en las cuevas de la tierra" (Bartolomé Anglicus, Proprietatibus rerum XVIII, 57). Y por analogía con el erizo, de este animal se dice que se conduce hacia su propia muerte, pues en estado de desesperación, al verse acorralado por el cazador, lanza una pestilente orina "que es corrosiva, perjudicial para su lomo y sus espinas, sabedores de que se les captura por eso" (Plinio, VIII, 134).



RIPA [1603: 241-242] Envidia

Tres son las alegorías que describe Cesare Ripa de la Envidia (1593: 143-144; 1603: 241-242). Las dos primeras aparecieron en la edición de 1593, mientras que la tercera se incluyó en la de 1603.

Envidia

"Mujer vieja, fea, pálida, de cuerpo seco y enjuto y ojos bizcos. Va vestida del color de la herrumbre, destocada y con los cabellos entreverados de sierpes. Irá comiéndose su propio corazón, que sostiene agarrado entre las manos.
Se pinta vieja porque, por decirlo con pocas palabras, larga y antigua enemistad con la virtud mantiene.
Lleva la cabeza repleta de sierpes, en lugar de cabellos, simbolizándose así sus malos pensamientos, que la mantienen permanentemente entregada y atenta al daño ajeno, y siempre dispuesta a difundir su veneno en el ánimo de las gentes -única actividad que la mantiene tranquila y en reposo-. Y va devorando su propio corazón, por ser este el castigo más propio de la envidia. Por eso dice Iacomo Sannazzaro [Arcadia, 6]:

        
La envidia, hijo mío, a sí misma se hiere
       Y viene a diluirse como por encanto
       Sin que le valgan las sombras de los cerros o los árboles.

Envidia

Mujer vieja y mal vestida, con el traje del color de la herrumbre. Ha de llevarse una mano a la boca, como hacen las mujeres desocupadas y de baja condición. Y aparecerá torciendo la vista y mirando de lado, poniéndose a su lado un delgadísimo perro, animal por cuyas manifestaciones notoriamente se conoce que es envidiosísimo, pues todo lo que pertenece a los otros lo querría para él solamente. Sobre esto cuenta Plinio, lib. XXVIII, cap. VIII, que si alguna vez un perro se ve mordido por una serpiente, para no recibir daño, come de ciertas hierbas que por naturaleza conoce; mas por su condición envidiosa, se mantiene en guardia mientras las escoge, para así no ser visto por los hombres.
Va además mal vestida, porque este vicio es propio sobre todo de la gente baja y de la plebe.
En cuanto a la mano que en la boca lleva, quiere simbolizar que solo a sí misma se perjudica, y que tiene su origen en el ocio la mayor parte de las veces.

Envidia

Mujer delgada, vieja, fea y de lívido color. Ha de tener desnudo el pecho izquierdo, mordiéndoselo una sierpe que se ciñe y enrosca apretadamente alrededor del pecho que decimos. A su lado se pondrá una Hidra, sobre la cual apoyará la mano.
La envidia no consiste sino en alegrarse de los males ajenos, entristeciéndose en cambio por las cosas favorables y beneficiosas que a los demás les suceden, hasta el punto de sufrir un tormento que destruye y devora las entrañas del envidioso.
Es magra y de lívido color, mostrando con ello que así como la lividez suele producirse a causa del frío, así también es fría la envidia, apagando en el hombre todo el fuego y el ardor que la caridad alienta.
La serpiente que le muerde el pecho izquierdo, simboliza el remordimiento que permanentemente desgarra el corazón del envidioso, tal como dice Horacio en sus Epístolas:

                     Invidus alterius macrescit rebus opimis.

Se pinta una Hidra a su lado, por cuanto su hediondo aliento y su veneno causan mayor mortandad que la de ningún otro animal ponzoñoso. Así también la envidia no persigue sino la ruina de los bienes ajenos, tanto espirituales como corporales. Y del mismo modo que aseguran los Poetas que si se cortara un extremo de la Hidra, otra más renacería, así también la envidia más se crece y se enfrenta con su enemiga la virtud, cuanto más se esfuerza el hombre en extinguirla y apagarla. Por ello dice Petrarca en uno de sus Sonetos

                   Oh envidia, enemiga de la virtud / que gustosa te opones a todo lo bueno".