La Abstinencia
[Ripa 1603: 28] [1]
Mujer que se tapa la boca con la diestra, mientras con la otra mano señala ciertas delicadas viandas, con un letrero que ha de decir: NON UTOR NE ABUTAR [2].
Muestra así que el comer manjares delicados fácilmente provoca la precipitación en el error, como el abstenerse de ello hace a nuestra mente más apta para la contemplación, y más pronto el cuerpo para las obras que a la virtud se dirigen. Por esto se dice que es la abstinencia una regulada moderación en el ingerir alimentos, según corresponda a la salud, necesidad y cualidad de las personas, reportándole al ánimo elevación de mente, vivacidad de intelecto y firmeza de memoria, así como sanidad corporal, como bien nos lo muestra Horacio en Sat. 2, lib. 2, cuando dice:
"Escucha, ahora, cuántas y qué grandes ventajas acompañan al que se alimenta con frugalidad. En primer lugar, se vive sano, pues si recuerdas cómo aquella sencilla comida te sentó bien un día, te convencerás de que muchas cosas mezcladas hacen daño. Pues si amontonas asados con cosas cocidas, mariscos y tordos, lo dulce se te hará bilis y la viscosa flema llevará a tu estómago dolores y molestias. ¿No ves cómo todos se levantan lívidos de una cena tan surtida que se duda qué comer primero? Hay más: un cuerpo pesado por los excesos de la noche anterior hace también un espíritu entorpecido y echa por tierra la pequeña parte de soplo divino que hay en nosotros. En cambio, el sobrio cuando, más pronto que se dice, entregó al sueño su cuerpo bien reparado, se levanta ágil a su trabajo habitual" [3]
La abstinencia, o moderación en el comer, fue virtud muy estimada. Baste recordar algunas sentencias que recoge Erasmo en sus Apothegmas de Agesilao y de Sócrates:
"Quanto a lo que toca al cuydado de su cuerpo, en ninguna cosa se señalava ni aventajava, mas que los otros sus familiares, con quien comunicava. En todo y por todo se abstenía y refrenava del mucho comer y bever, [...] más antes trahía siempre en su boca esta palabra, Al príncipe conviene señalarse en templança y fortaleza sobre la otra gente común y no en regalos ni en deleytes. Admirávase y estava espantada cierta persona, de la mucha abstinencia, que Agesilao y los otros Lacedemonios tenían en el comer y vestir. Al qual dixo Agesilao, O huésped no te maravilles que con esta abstinencia y buena regla cogemos buena sementera. Queriendo por esto entender la libertad, la qual es más suave a los varones nobles que otro deleyte. Y que no puede durar mucho la libertad donde reynan los vicios, y desorden. [...]
Enseñava y dezía Sócrates, que devíamos huyr de los manjares que no yncitan a comer al que tiene hambre, y de la bevida que no combida a bever al que tiene sed, porque destas cosas no avemos de usar, salvo quando la necessidad del cuerpo lo demanda.
Dezía, que no avía mejor salsa ni mejor adobo para comer que la hambre, la qual todas las cosas endulça y no cuesta nada, y por esta causa comía él y bevía siempre muy a su sabor, porque no comía ni bevía salvo quando tenía hambre o sed, y para hazerse a sufrir la hambre y la sed exercitávase primero mucho, y después que venía cansado y quando otros traen más cobdicia de bever, nunca él bevía luego allí al presente, y siendo preguntado por qué lo hazía assí, respondía, Porque no tome costumbre de obedescer a mis desseos y apetitos.
Dezía también que los hombres y personas que se acostumbran a la abstinencia y regla, tienen después mucho mayor plazer y menos dolor que aquellos que procuran los deleytes y plazeres con mucha diligencia y cuydado, y dava esta razón, que los deleytes antes causan y dan molestia al cuerpo que deleyte, y ninguna otra cosa ganan los viciosos y destemplados salvo infamia y pobreza. [...]
Dezía más, que aquel a quien bien sabe el pan no tiene necessidad de otro manjar, y a quien bien sabe lo que beve qualquiera cosa que sea no tiene necessidad de buscar bevidas exquisitas, porque la hambre y la sed son los mejores guisados del mundo" [4].
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[1] Ripa 2002: 51
[2] "No uso para no abusar"
[3] Horacio, Sátiras, II, 2. v. Horacio [1984: 180-181]
[4] Erasmo, Libro de Apothegmas [1549: 9v, 80 y 83]